Acerca de mí

Dice Johan Shinoda Bolen que cuando un número crítico de personas cambia su modo de pensar y de comportarse, la cultura también lo hace y comienza una nueva era”.

Mi historia es sobre cómo desperté como mujer y comencé a sumar semillas para esa masa crítica de la cual habla Shinoda Bolen: Desde pequeña, soñaba con ser alquimista, aunque no sabía a ciencia cierta de qué se trataba y la verdad aun trato de comprenderlo y, como no existía, para aquel  momento,  una universidad para estudiar alquimia me hice Psicóloga. Nunca dude de mi vocación, era el gusanito o la llamada de mi alma la que siempre me llevaba a estudiar cosas profundas la psique, el alma, la mente, la muerte y la transformación. 

Tal vez, por ser una  irremediable escorpiona mi incesante búsqueda por la verdad y el conocimiento me llevaron a mirarme hacia adentro sin contemplación. Durante mi adolescencia combatí mis propios demonios por las heridas de la infancia debido al divorcio de mis padres y el abandono que sentí. La rabia luego la convertí en militancia feminista y le di un sentido de lucha, protestaba contra el patriarcado, pero luego descubrí que mi pelea era contra mis propios padres y la idealización que tenía de ellos. Esa década de los 20 y 30 años fue de lucha y defensa de nuestros derechos como mujeres, no es que ahora niegue las desigualdades y discriminación de género, solo digo como las viví y como mi proceso de despertar me cambió la visión. 

En esa época mi relación de pareja fue un verdadero desastre, muchas heridas, confusiones y temores me llevaron a amar mal, con todas las sombras del amor posesivo, prendado de inseguridades, celos,  codependencia  y un profundo miedo a la soledad, porque la vivía como una angustia de muerte en mi pecho. Prefería tener relaciones tóxicas, con tal de no estar sola, porque la soledad para mí, en aquel entonces, era sentirme abandonada y al borde de la muerte. Luego comprendí que la herida de abandono de  mi infancia se repetía o se reeditaba en mis relaciones de pareja, lo que me hacía mendigar en el afuera el amor que yo misma no era capaz de darme. Mi salvación fue encontrarme, en cada separación, con otras mujeres,que también vivían lo mismo que yo. Fue así, como pase del feminismo  contestatario a un feminismo más inclusivo, a través de los círculos de mujeres.

Siempre mi búsqueda tuvo dos pivotes las terapias y los círculos de mujeres. Mis estudios de Sociología me llevaban a ver la realidad social y cultural en la que nos encontrarnos las mujeres y opte por hacer de mis clases de psicología social un espacio para el despertar de la conciencia de mis estudiantes.  

Mi  maternidad y mis estudios terapéuticos sobre   Constelaciones Familiares me llevaron a reconciliarme con mi historia,  trabajar a profundidad mi relación con mi madre, a través de lo que me espejaba la crianza de mi hija. Decidí emprender una búsqueda a través de mi árbol familiar y adentrarme en todo aquello que, de mi historia familiar me limitaba y necesitaba sanar. Trabajé con grupos  mixtos gracias a la terapia sistémica y fue la forma de caminar mi árbol, poniéndome al servicios de otros que también querían conocer sus árboles y sus dolores familiares. Me di cuenta que muchas complicaciones de las mujeres con sus parejas tenían que ver con las heridas en sus  relaciones con la madre y que al trabajarse este vínculo con el primer amor, se liberan bloqueos en las relaciones con sus parejas.

Integrar la figura masculina fue un hermoso trabajo, no menos difícil que el de la madre, pero necesario para seguir caminando con los dos pies. Integrar a mamá y a papá y aceptar la historia tal como fue, me quitó un peso de encima que lleve durante muchos años. Hice de mi propio proceso de despertar y de crecimiento un proceso colectivo con una doble interfaz: la individual e interna y la grupal y externa. 

Mi trabajo como Psicóloga, Docente  Universitaria y Psicoterapeuta no fue un trabajo clásico, siempre partí del principio de que una psicología que excluya la energía es una psicología castrada y que no bastaba una corriente humanista para comprender los dolores del alma, sino que había que abrirse más allá a una mirada trascendental. Sentía que no podía reducirse la psicología al ámbito experimental y diagnóstico y que la cura, no dependía  solo de tu saber sino de algo mayor, de la cual uno es  solo un canal o mero instrumento. Por esa razón amplié mi caja de herramientas terapéuticas y continué avanzando gracias a la confianza de las mujeres que acompañé y sigo acompañando.

Afortunadamente, este andar por los pasillos y recovecos de mi psique me ha permitido aprender a relacionarme de manera distinta y nutritiva con mi soledad. Darle un espacio prioritario a mi propio amor, abrazar mis sombras y las de mi árbol, relacionarme con lo masculino desde otro lugar, empatizar con quienes acuden a mi por ayuda terapéutica, acompañar a mujeres a transitar por aquellos laberintos en los cuales quedan atrapadas en sus relaciones con ellas mismas, sus parejas y su árbol familiar y  encontrar juntas ese hilo de Ariadna que nos permite salir crecidas del laberinto y ser una semilla más en esa masa crítica de la cual habla Shinoda Bolen.

 

Siempre agradecida.

Jessie Blanco.